jueves, 28 de enero de 2010

AMOR SOBRE RUEDAS

La sociedad y el amor se dividen entienden de clases. Son varios los tipos pero sólo uno se merece viajar en primera. El resto queda relegado al triste asiento de un vuelo en turista.

Puede que los de 2ª y 3ª clase nos resulten exóticos, puede que nos engañe la curiosidad de lo nuevo, puede que sintamos un crucero de sentimientos, puede que volemos sin alas pero siempre carecerá de eso que le impide subirse al vagón “preferente”, la esencia de lo verdadero. Y digo todo esto porque hay una historia que merece ser contada.

Dos personas que veo a menudo, intercambian ese amor único, de primera. Son dos mujeres, madre e hija. La segunda se quedó en silla de ruedas tras sufrir un accidente de moto cuando aún iba al colegio, la primera supongo que se le quedaron atropellados los sentimientos. Ahora Alba, que así se llama la chica, estudia una carrera y su madre la acompaña durante su jornada en la universidad. Alba a penas puede moverse. Su barbilla reposa en un mando conectado con las ruedas de su silla que le permite moverse sin necesitar ayuda. Ambas se desenvuelven a la perfección. La madre habla con profesores, alumnos y personal; se siente una más. Siempre sonríe y saluda a la gente pero a veces la veo sentada en los bancos del claustro de la universidad. Se la ve ausente, pensativa, con el rostro serio y trato de pensar qué sentirá en esos momentos de encuentro con ella misma. Me pregunto si esa actitud tan positiva que refleja y demuestra tener, la transportan directamente al País de las Lagrimillas, cuando nadie la ve. Mientras, Alba sonríe en el bar, rodeada de compañeros que le hacen este viaje más agradable.

Pienso que, aunque han pagado un pasaje "high cost", ambas son muy afortunadas porque sobreviven a las turbulencias del presente, a los descarrilamientos de la vida, a las frenadas de ilusiones pero sobre todo, porque ellas tienen un amor sobre ruedas. Ese que no se acaba y aunque nada sea eterno, como esos viajes que se cancelan, también hay reglas con sus excepciones. Y esta es una de ellas porque, hablamos del amor más sincero, desinteresado y puro: el de padres a hijos y viceversa. Es un amor a toda vela, en este caso, va sobre ruedas.