De vez en cuando me pierdo, no me encuentro pero son muchas más las veces que pierdo cosas. Paraguas, jerseys, gafas de sol, ipods…son mi pan de cada día. La última, hará menos de una semana cuando entraba a
No sé cuantas veces llegué a darle las gracias y me retuve de estrujarla hasta dejarla hecha un zumo. A medida que íbamos hablando entendía menos, me contó su situación en Barcelona. Nada agradable, por cierto. Trabajaba sin parar, incluidos sábados y domingos. Y aún así no le alcanzaba. A su marido lo habían despedido del trabajo y su hermana estaba en Bolivia a la espera del dinero que ella les mandaba para curarse el cáncer que la estaba matando. Ana se sabía su discurso y a mí, me logró ablandar hasta ese punto que la historia se giró. Me lanzó entonces una aspirina que aplacase la culpa que se pintaba en mi cara. Se le ocurrió supuestamente de improviso que la podía ayudar, dándole a lo mejor, un tercio del precio de mi portátil. Y con arnés y un poco de desilusión mi optimismo saltó a hacer puenting hasta llegar a lo más bajo dónde finalmente se estrelló sangrando desilusión. Al principio no entendía ese gesto de humanidad solapado a una historia infectada de pobreza y enfermedad. Después entendí menos, así que me tranquilicé porque nada podía ser más desconcertante de lo que estaba siendo. Y saberse abajo implica que uno sólo puede volver a subir. Mis sospechas dejaron entonces de ser pura ciencia ficción, sin embargo, dudaba. ¿Chantaje o desesperación? Apunté su número de cuenta porque pensé que si era teatro, pagaría la entrada por su buena interpretación y si era cierto, el dinero se emplearía para algo mejor que mis gastos y caprichos.
A día de hoy, no he recibido noticias suyas. ¿Sería una prueba de mi voluntad o falsa honestidad?
R_leon
ResponderEliminarMuchas veces la desesperación comparte puerta con la “Srta. Oportunidad”, así, q no olvides, que, devolviéndote el portátil hizo lo moralmente correcto.
Aun que la pregunta es, q habrías hecho tú en su lugar???
muuaaGggrrrrr