sábado, 24 de enero de 2009

MIRAME-LINDO

Se hace de noche, el frío sale a la calle y nosotras dispuestas a combatirlo, nos enfundamos abrigo y guantes! De camino, calefacción al máximo con Pau Donés sonando a "Déjame vivir". Enseguida llegamos al Borne.

Siempre me ha gustado pasear por los callejones de este “minipueblo” dentro de la gran ciudad, incluso esos días fríos que te hielan los sorbos del mojito que aún no te has tomado.

Damos una vuelta en busca de algún sitio que seduzca nuestros sentidos. O por lo menos, se disfrace de esa bohemia tan característica del barrio. Es inútil, los bares y los hombres, nunca se presentan en el momento oportuno. Seguimos callejeando y al cruzarnos con un taxi me doy cuenta de que eso de alzar la mano y tener en a penas segundos lo que quieres, sólo resulta con los taxis. Optamos por el lugar de siempre, entramos en Miramelindo.

Al entrar es como llegar a casa, suele ocurrir con esos lugares que frecuentas a menudo y que al final adquieren un aire familiar que te hace sentir como en el anuncio de Ikea, “en la república independiente de tu casa”. Hay mesas con sillones pero como somos dos (Elena y yo) preferimos el ajetreo de la barra. Una Voll-Damm, por favor!

Ciertamente el ambiente del local hace honor a su nombre. Unos cuantos lindos nos miran pero de momento vamos a disfrutar de nuestra compañía alternando alcohol y conversación. Más tarde, observamos de nuevo el entorno y sin darnos tiempo a reaccionar tres se personan. Menuda mezcla: un griego, un holandés y un colombiano. Se podría decir que forman una ensalada humana. De esas que lleva mil ingredientes y aún así, y sin saber porqué, encajan en tu paladar. Sus profesiones no son menos distintas entre sí: Historiador, programador de máquinas de casino y escultor. La conversación está servida!

En algún momento de la charla me ausento unos segundos y pienso que ninguno de los tres me gusta pero me interesa lo que dicen. Casualmente me ocurre lo opuesto cuando voy a una discoteca. Suele gustarme la persona pero me acaban aburriendo sus chillidos. Y es que cada lugar tiene sus códigos de conversación y la discoteca da para jugar al “Mirame y no me hables”. Será por eso que prefiero empezar con un “Mirame-lindo” que da pie a algo más que acabar sin voz y con los tímpanos bombardeados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario