martes, 30 de junio de 2009

SER Y TENER

Conocí a una persona que se olvidó de ser. Le enseñaron ya en la cuna que lo importante era tener. Biberones de vanidad y ostentación bebía y de eso, su vida se alimentaba.

De mayor con los de su misma especie se codeaba. Nada le hacía ilusión porque papá todo lo pagaba. Se licenció en lujo, su especialización colgaba de la pared con título: master en codicia. Jamás suspendió, tal sólo en una ocasión dejó por imposible una asignatura porque nunca supo como conjugar el verbo “ser”, a diferencia del “tener” que lo cantaba, si era preciso, del revés. Pero una buena agenda de contactos todo lo solucionaba y al final él, aliviado sin opción ni intención de retomar esa asignatura llamada vida que, de lado dejaba. Más tarde se casó con su bolsillo y tuvo varios hijos que cada día vigilaba en la sección “bolsa” del diario, resoplaba a menudo, le traían de cabeza cuando subían y bajaban, nunca estaba tranquilo con ellos. Cuando se hizo viejo se obsesionaba con estirar lo que se arrugaba, también tapaba lo que caía y luchaba con la gravedad porque aquello ya ni subía. No fue niño, tampoco joven y nunca aceptó ser anciano. Sólo podía decir que tuvo una vida llena de caprichos, esa fue su niñez. Se mantuvo siempre al margen pensando que ya nada podía aprender, él todo lo sabía…ignorante juventud. Tuvo también un final pomposo, su ataúd lucía majestuoso. Aunque tuvo vejez nunca reparó en que la muerte no hace distinción alguna ni tampoco concede privilegios. Y es que ya lo dice el abecedario que la S -er va antes que la T-ener.

Una pena la de ese hombre que siempre tuvo lo que nunca fue.

lunes, 29 de junio de 2009

viernes, 26 de junio de 2009

EL OCTAVO DÍA

El octavo día de la semana es sin duda, el que más me gusta. Espontáneo, diferente, interesante siempre es un gran plan, la idea más genial.

Es el día que estreno sonrisa nada más despertar, me atrevo a querer sin usar la báscula, no me culpo por saborear las mieles del placer, dejo el miedo colgado del revés, cambio el móvil por la conversa marinera que me promete una caracola, ardo en ilusiones, me escucho el corazón en vez de leer la prensa rosa, sólo soy un nombre que olvida su apellido, pongo tippex al diccionario de mi vida en palabras como “desgana”, me olvido de dosificar las muestras de amor , no creo todo lo que pienso, digo lo que siento y siento lo que digo, pierdo el norte y me voy al sur , hidrato la piel con canciones , estreno cada día sensaciones de marca que son únicas y no se encuentran en ningún top manta, sin prisa nado en la espuma de mi café, comparto secretos con la brisa que se cuela por mi cuello, suministro inyecciones de alegría a los que tienen catarro de insatisfacción, me pregunto qué tamaño alcanzará la felicidad, me siento a esperar que me hable el alma, me junto con gente salada, doy sin ninguna razón, disfruto de todo aquello que no tiene explicación, le pido el messenger a la luna, ofrezco lo mejor de mí.

Hablo a veces del octavo día. Algunos han oído hablar, otros ni siquiera sabían que existía pero la mayoría lo conoce y lo arrincona en un cajón de su imaginario. Guardan para algún día todos los sueños que querrían realizar, guardan en el armario todo aquello que estrenarán en ocasiones especiales (y que al final ninguna lo merece), guardan sus sueños en un rincón sin luz también sus planes más alocados, guardan su yo para ser lo que el resto les pide que sean. Guardan, guardan y guardan. Se olvidan de ser dejando de lado el octavo día. Son los mismos que sufren alzheimer del vivir.
Anclada en el octavo día, no sé vivir de otra forma mi día a día. La alegría es mi vitamina. No sabría vivir sin ese octavo día.

jueves, 18 de junio de 2009

PALABRAS ROBADAS

" En el amor es más difícil la salida que la entrada. Justamente lo contrario que con el sexo"

Descansaban estas palabras en mi cuaderno, no sé de quien son pero sé que son acertadas. A falta de tiempo, palabras robadas!

jueves, 11 de junio de 2009

ALERGIA AL FRENESÍ

No sentir
Peor que no vivir.

Amor pensado como ciencia
historia de la indiferencia.

Siempre la emoción
a la cola de la razón.

Personas que no te hacen vibrar
experiencias que podrías tirar.

No llega el desamor
porque es non nato el amor.

Tener siempre el control
Es amor con colesterol.

Vivir de la exaltación
Les da alergia y hasta irritación.

Palabras que resuenan como el eco
Dichas y llenas de hueco.

No llega la pasión
Sólo noches de pensión.

No eres tú mismo
Por eso me das lo mismo.

Pensamientos pintados de locura
Son siempre una tortura.

Nada en común
conversación del besugo al atún.

Medir los actos
Insaludable, da tos.

Amantes de las normas
Saltárselas, jamás!

Buscar el frenesí
Tan absurdo como insólito

Arqueólogos del sin sentir
Morirán sin latir

Dejarse llevar
Sería sinónimo de amar
Ni hablar!


Así son
Los que no despiertan mi ilusión.

miércoles, 10 de junio de 2009

DEGUSTAR, A LA CARTA Y AMOR

Entrar en un restaurante puede resultar tan peligroso como enamorarse. Te sientas a la mesa y en lo único que piensas es que el camarero te vea para pedirle algo de beber. Se podría decir que cuando él te mira se produce un flechazo interesado entre vosotros. Por lo menos es lo que tú deseas, que se fije en ti. Al final, se acerca. Pides una cerveza bien fría sin pensarlo demasiado, siempre has tenido predilección por las rubias.

Mientras sientes las burbujas de cerveza en tu interior - ¿será amor? - viene el dilema. Tienes dos opciones: carta o menú degustación. Entran en juego tus ganas de arriesgar. A la carta será apostar por lo seguro, sabes qué traerán, tú lo eliges. Un alivio, aunque a veces precisamente el saber tiende a llamar al imaginar. Y el error ya está servido: un platito de aquello que esperas y cuando lo mastiques es posible que sepa a poco incluso, a decepción. Espérate antes de esperar - dice el somelier.

Por otro lado, el factor sorpresa del menú degustación evita cualquier tipo de previsión, no tienen cabida las falsas expectativas, suele servirse del desconcierto para asombrar. Un atenuante, sí pero también sabemos que no elegimos, más bien nos eligen. Cómodo y a la par peligroso.

Al final te embarcas en una de las dos opciones. Los entrantes siempre están llenos de impaciencia, de ilusión y ganas de degustar. Cortesía de la casa, unas virutas de alegría. Todo sabe a gloria, sacia tu interior. Pasas de tenerlo vacío a rellenarlo de sabor. El aroma de tu plato huele a pura felicidad. Vibras como cuando muerdes un crocanti de sensaciones dándole razón a todos tus sentidos. Con un primero suave y tan propio de cuando algo aún es desconocido. Llega después el segundo y estás lleno de confianza, marchando el plato fuerte. Tendrás la sensación de que tu relación está cocinada al punto. Es ese momento de máxima satisfacción. Estás rebosante. Te traen más bogavante. Te sientes viva no te importa que vayan a cobrarte el IVA.


Y entonces la gravedad se refleja en el filo de tu cuchillo recordando que lo que está arriba algún día también se irá abajo. Incluso tú mismo lo pedirás, un postre para bajar. Algo refrescante que te alivie del empacho. Será el postre o a ser posible, un utópico dulce final. Y es que es inevitable que a medida que vas matando la gula también se va apagando la llama del amor.

Al final saldrás con la factura en la mano que, habrás pagado con visa o dolor. Habrás entrado y disfrutado, sabiendo que algún día tendrías que salir. Quizás lo haces cuando tú quieres, quizás cuando otros lo quieren. Entonces te acordarás si pediste la carta o el menú degustación. Si elegiste o te eligieron.

Sea como sea, buen provecho!

sábado, 6 de junio de 2009

ITV PERSONAL

No era una simple revisión la de hoy. Tenía que pasar la ITV así que antes he pedido hora en el taller. Sabía que había mucho por reparar y nada más llegar, he pensado: esto va a ser un no parar.

Me han revisado los daños, le han dado cera a los arañazos del ayer. Los temores que guardaba en la guantera, vaciados en la papelera. Y unas escobillas nuevas le han puesto al parabrisas, las que barren a toda prisa lágrimas y penas. Hinchando las ruedas se inflaban de emociones los pulmones; airbag de mi motor, ese que llamamos corazón. Limpio ha quedado el maletero, de los sentimientos olvidados. Reactivado el GPS que te busca cuando tu alma se ha perdido. Doble de pastillas de freno, para cuando me da la vena y acelero. Me han recordado donde estaba el botón, el que descapota todos mis sueños. Los retrovisores me los han cambiado, ya no miran al pasado. Que no se te olvide el parachoques –le he dicho al mecánico– no vaya a ser que mañana me apetezca ir de dura. El volante, por fin lo están ajustando, se acabó ir rumbo a ninguna parte. A los faros échales un vistazo, quiero unos que iluminen los pensamientos que no están claros –le comento. Y en la caja de cambios, nada de suavizante, para que aquello de ir de marcha en marcha, no resulte tan sencillo. Los golpes que haya tenido por el camino, han ido todos al desguace. Ponle un poco de gasolina –le sugiero– que así llego antes a mis deseos. Por último, el túnel del lavado; el mejor lugar para limpiar mis pensamientos.

miércoles, 3 de junio de 2009

GENTE SUDOKU


No son muchas las veces que cojo el autobús para moverme por la ciudad pero cuando lo hago me gusta observar las calles por las que paso y la gente que se sienta a mi lado. Antes de sacar el libro que llevo en el bolso me paro a contemplar y si puede ser, sin que la gente se de cuenta, aunque no siempre lo consigo. Por no decir casi nunca.

Me quedo embobada con algo: un cartel curioso, las columnas que anuncian conciertos, una señora con mil bolsas de marca colgadas del brazo que, al parecer no le pesan tanto como el orgullo que siente por ser una fiel consumista incluso, en tiempos de crisis.

A mi lado, un estudiante se entretiene con el sudoku del diario. Nunca he sido aficionada a estos pasatiempos pero por la cara que tiene él parece que está entusiasmado aunque se le ve algo nervioso. Esta vez no me ha visto, sólo he mirado de reojo y estaba tan concentrado que ni se ha dado cuenta. Todo un récord.

Si me paro a pensar, creo que no he hecho más de dos sudokus en toda mi vida y no sé si llegué a terminar alguno, no lo recuerdo. Pero si de cada uno de nosotros colgara un cartel como en los puestos de helados que hay en la Puerta del Ángel y que te llaman cremosos desde el cristal, el mío sería sabor a impaciencia. Quizás esa es la causa de mi apatía por los sudokus. Quizás.

Aún así, estos juegos creo que están presentes en nuestra vida, algo más de lo imaginado. De vez en cuando todos jugamos, unos sobre el papel otros sobre su propia vida. Hablo de la gente sudoku.

Son personas como tú y como yo. Es la gente que se cruza en tu vida para cumplir la función de pasatiempos. Al igual que tú también la cumples para otros. Sabes que su presencia en tu vida será efímera pero por un rato, te entretienen. Unas veces eres tú el pasatiempos otras, ellos.

Jugamos de vez en cuando a hacer puzzles intentando encajar corazones, el tuyo redondo en un hueco cuadrado. No puedes y lo sabes, sin embargo, lo intentas. Lo fuerzas pero no entra.


El sudoku, el rey de las emociones indescifradas.

Hacemos también sopas de letras con los sentimientos. Se unen palabras que aunque no tengan mucho sentido, juntadas suman puntos. Y es que no se ha venido a participar, esta vez sólo se trata de ganar.

Otras veces los besos saben a crucigrama. Están huecos, carecen de significado. Porque nadie los ha rellenado. Son pura distracción.

Puede incluso que la cosa se complique. Y no hablo ahora del sudoko ni tampoco de sus niveles. Es cuando se juega al tres en raya. Lo que empezaba con dos jugadores acaba con tres fichas. Menuda jugada! Hay cosas peores, sin lugar a dudas. Si pensamos en el ahorcado o qué decir de esas despedidas que huelen a jaque mate.

No nos olvidemos tampoco de la tradición. El juego de la oca o, lo que es lo mismo, chico/a porque me toca. ¿Y los colores del corazón? Tan cambiantes como las fichas del parchís. En ocasiones se viste de un frío azul, otras resplandece amarillo girasol. Si se pone rojo…ojo. El verde, sin duda, juega porque hay esperanza.

Gente sudoku, la encuentras en cualquier parte, también en el autobús. Allí recuerdas que hay juegos y amores cortos. Sabes que tienen principio y fin. Desconoces quién saldrá vencedor pero lo que sabes de antemano es que será ameno. Una página en blanco en tu corazón, un antojo que se acabará cuando anuncien tu parada. Diversión fugaz para tu mente.

Me doy cuenta que quizás no es la impaciencia lo que me aleje de esta gente. Quizás es que me guste jugar a algo con sentido. El chico sudoku se levanta. Es su parada. Se ha entretenido y, él sin darse cuenta, me ha distraído.