lunes, 22 de marzo de 2010

DE-GÉNERO Y DEGENERADA

El otro día leyendo el periódico me enteré que la frase “violencia de género” únicamente se refiere al hecho de que un hombre ataque (física, psicológica o sexualmente) a una mujer pero nunca a la inversa. De hecho, no existe una palabra que defina cuando un hombre es maltratado por una mujer ni tampoco en el caso de las parejas homosexuales.

Sin embargo, a diario leo en los periódicos de la vida los maltratos que sufren muchos hombres. Ésos que son expuestos a las palizas de mujeres caprichosas que golpean los sentimientos, amoratándolos, hiriéndolos sin ser, ni siquiera, señaladas.

Siempre he creído que detrás de un maltratador/a reina la inseguridad y ésta, junto con la debilidad, son como esos restaurantes abarrotados de gente que llaman al eco, al rebote, es decir que se llaman a sí mismas. La inseguridad sólo retorna inseguridad, en una palabra.

Y muchas mujeres convierten ese rasgo que las caracteriza en una ventaja (para ellas) aunque no para sus parejas.

Veamos el primer ejemplo: ella es guapa, él también pero ella no se conforma. Sabe que hay otras guapas y eso la disgusta permanentemente. Necesita saberse la mejor, por lo menos a ojos de su pareja. Salen los dos juntos con unos amigos y el local donde van está abarrotado de gente. También hay otros guapos y ella lo sabe así que los sacude a todos con la mirada. Un guapo, que no es el suyo, se acerca. Se ríe a carcajadas (ella) aunque no sabe ni lo que le dice ese guapo porque mira de reojo a su guapo que entonces la mira desde lejos. Después otro guapo: dos besos, abrazos y su guapo ya empieza a ponerse nervioso. Ella mientras disfruta viendo sufrir a su guapo. Él se acerca y discute con el segundo guapo porque no quiere perderla, ella no tiene la culpa de que haya tanto buitre- piensa él. Además es normal, es tan simpática que todos caen a sus pies. Guapo y guapa se van juntos a casa. Él aliviado porque aún es él el que duerme a su lado. Ella, tan feliz, porque le ha dado la vuelta a los celos, se los ha lanzado directos a su guapo (con otros guapos). Guapa ha ganado el pulso. También a los celos, trasladando sus miedos a su guapo. Un negocio no sé si rentable pero sí propio de Maquiavelo: guapa fabricando celos y guapo consumiéndolos.

Y es que la inseguridad tiene grados y el próximo caso no es para menos.

Él la quiere pero para ella no es suficiente. Ella necesita una demostración de su capacidad de degradación (de él) para saber si realmente la ama. Él la va a ver, ella se encuentra en un bar con amigas. No le presta la más mínima atención (ella). Él pregunta qué ocurre. Me has decepcionado – dice ella. Después se marcha. Él también se marcha porque no le ha querido decir porqué. Él no sabe qué ha hecho y se pasa la noche en vela pensando qué ha ocurrido para que ella le haya dicho eso. A la mañana siguiente hablan y ella le dice que no se siente especial cuando él se recorrió todas las tiendas de la ciudad para encontrar unos pantalones que ella quería. La razón: él también le regaló a una exnovia unos pantalones. Él, aunque se siente molesto, le pesa la culpa y se justifica diciendo que había sido para el cumpleaños de su ex y que algo tenía que regalarle. La cara de ella todavía retrata decepción así que él sigue bajando los escalones que le llevan directo a la humillación y se disculpa ante tan desconsiderada conducta con un: sabía que te hacían ilusión y quería darte una sorpresa aunque ni si quiera hubiera nada que celebrar. Y él una vez estampado y revolcado en el fango de la frustración parece que ella ahora se siente mejor. Ahora que lo tiene a sus pies, lo besa y le dice: qué tonta que soy. Él la perdona y la seguirá perdonando cada vez que a ella se le baje ese chute de falsa seguridad.

Visto lo visto, sería necesario empezar a buscar una definición para que ellos sepan que no son los únicos que se vuelven débiles, que se rebajan, que ceden y se abandonan en sus manos (de ellas). Ésas que ni tienen autoestima ni estiman pero practican “violencia degenerada”, llamémosle así mientras tanto.

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