lunes, 9 de marzo de 2009

AVINYÓ


Hacía tiempo que no me dejaba caer por la calle Avinyó. Un pasillo estrecho que suena a francés en medio del gótico de la Ciudad Condal. Me gusta esa mezcla tan peculiar de restaurantes del siglo pasado (El Gran Café) que conviven con las colecciones más ruidosas de Adidas y American Apparel. El estilo más clásico casado con la bohemia cosmopolita. Perpendicular a la calle Ferrán, Avinyó es de esas calles que agradan por su marcada personalidad.

Nada más adentrarse, uno se topa con “La Espartería”. Una tienda de toda la vida donde puedes encontrar alpargatas de todos los colores, texturas y alturas. Enfrente, el público cambia radicalmente, bambas Munich para urbanitas presumidos.

Más adelante te sorprenden por partida doble las tiendas que satisfacen tu mirada con los mejores diseños además del paladar porque, son a la par tienda y restaurante – por ejemplo el Cirkus Experience.

Si sigues caminando, los logos de cada tienda te miran. Algunos los conoces más que otros, te acuerdas de la publicidad que hicieron en televisión y te gustó. Sin embargo, paso por una tienda que nunca ha hecho publicidad, ni aparece en los medios de comunicación. Su mejor estrategia de marketing te entra por la nariz, es ese olor tan característico que tienen los artículos de piel…huele a curtido. Sin dudarlo, entro. Se respira autenticidad y aunque no soy amante de los olores fuertes me dejo seducir unos minutos.

Pero sin lugar a dudas, el momento que más disfruto es al entrar a esas tiendas de ropa vintage o de segunda mano. Toda esa ropa que alguna vez tuvo dueño y que sin saber porqué acabó huérfana como consecuencia de esa caprichosa mujer llamada moda.

Si te paras a observar ves como algunas prendas te miran con ganas de ser tu nuevo amigo, otras cosidas sus heridas ocultan un roto bajo parches de colores.

Vestidos de lentejuelas arrinconados con ansias de deslumbrar como la única noche que salieron a pasear. Bolas en las camisetas como presagio de una larga amistad que acabó con mal final, zapatos con forma de abandono, bolsos de los que cuelgan mil recuerdos, gafas de sol que ya no esconden ninguna mirada.

Entre esos montones de prendas con vida, me viene algo a la memoria. Pienso en toda esa ropa que solemos tener en cajas, al final del armario o en cualquier rincón pero todas ellas, eternamente olvidadas. Esas prendas que alguien nos regaló y que llevamos en su día. Nos acompañaban porque representaban a quién nos las dio. Pero las circunstancias, al igual que nosotros mismos, cambian y por razones varias todo eso ya no nos acompañan, sobre todo aquellas personas.

Una gabardina primaveral, un collar color azabache, una pulsera traída de Camboya, un cinturón para mis 20…Son algunos de los recuerdos que guardo sin ser capaz de tirar aunque tampoco les encuentro el sentido para rescatarlos del olvido. Sería como colgarse del cuello ese primer amor, complementar unos pantalones con aquella amistad marchitada o adornar la muñeca con un familiar que ya no está.

A veces lo material carga además de lana o plata, sentimientos…Emociones que sin duda forman parte del pasado, como el significado de la palabra vintage. Aquello que hoy pertenece al ayer pero que valió mucho en el presente.

Tiendas que cuelgan sentimientos de las perchas. Por eso me gustan, porque cuando entro, imagino vidas en cada una de ellas.

Vestirse de recuerdos, colocarse sentimientos ajenos, comprar historias. Momentos vintage que en la calle Avinyó, encuentras.

3 comentarios:

  1. ya sabes a donde es nuestra próxima escapada, porque aún viviendo en barcelona nunca he pisado esa calle.. creo
    y si la he pisado yo no la he visto de la misma manera que tú... ;)

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  2. Cuando vayamos a Sorolla,nos damos una vuelta pequeña PatSi! ;)

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  3. :-O

    Me acabó de dar cuenta del tiempo que no paso por esa calle...

    Aunque afortunadamente los centros comerciales nada pueden hacer para conseguir ese caracter especial que se han ganado calles como esta.

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